lunes, 11 de agosto de 2008

Nicaragua: ¿La revolución traicionada?


El 19 de julio de 2008 se cumplieron 29 años del triunfo de la insurrección sandinista y la consiguiente derrota del dictador Anastasio Somoza en Nicaragua. Muy lejos están aquellos años en que tanto los movimientos revolucionarios como la intelectualidad latinoamericana, celebrábamos y saludábamos con júbilo la segunda revolución triunfante en nuestro continente.

Juan Ramón Medrano
Analista político

La Revolución Deseada.
Rememorando las imágenes de Fidel Castro y sus barbudos entrando a La Habana dos décadas atrás, al ritmo de las canciones de los hermanos Mejía Godoy, los muchachos sandinistas entraban a los barrios de Managua, montados en los tanques que le habían quitado a la otrora temida y odiada, y ahora derrotada Guardia Nacional de Nicaragua. La revolución sandinista renovaba las esperanzas latinoamericanas de un triunfo revolucionario en El Salvador y Guatemala; la sandinista, era la revolución pragmática, refrescante, alejada de los esquemas tradicionales soviéticos. El triunfo en Nicaragua era el ejemplo a seguir, significaba un segundo aire para los revolucionarios latinoamericanos y del mundo, pero en especial para nosotros, sus vecinos salvadoreños. Una década atrás, la revolución cubana había perdido su aura e independencia, a raíz del apoyo de Fidel Castro a la invasión soviética en Checoslovaquia y su obligado, pero evidente, alineamiento con el Bloque Socialista.


A fines de los años setentas e inicio de los ochentas, años en que cobraba fuerzas la revolución salvadoreña; Latinoamérica vivía una buena época en el terreno teórico político, ya que los intelectuales habían encontrado una respuesta plausible a la pobreza y el subdesarrollo de nuestros países, con la Teoría de la dependencia. Los revolucionarios teníamos también a nuestros propios héroes a quienes emular y venerar: el Che Guevara, Camilo Torres, Carlos Marighela en Latinoamérica; y aquí en Centroamérica: Farabundo Martí, Augusto C. Sandino y Carlos Fonseca, entre otros. Los jóvenes estudiantes universitarios y de secundaria, junto a maestros y profesionales, éramos la vanguardia revolucionaria; y aunque algunas veces lo hacíamos de manera balbuceante, y otras de manera tosca e imprecisa, por la falta de formación teórica, construíamos planteamientos estratégicos, análisis de coyuntura, y en términos generales, señalábamos el camino de la revolución con nuestra práctica consecuente.
El 10 de enero de 1981, el FMLN histórico lanzamos con mucho entusiasmo y convicción revolucionaria, la ofensiva final, que en la práctica resultó ser la ofensiva inicial; por que a partir de esta actividad es que la guerrilla salvadoreña desarrolló los frentes de guerra en las zonas rurales. Después de ocho años de una intensa guerra que cobró decenas de miles de victimas, logramos resistir, desarrollarnos y acumular fuerzas para lanzar la ofensiva Al Tope, del 11 de noviembre de 1989.

La Revolución Fracasada.
Pero en esos días estábamos viviendo una paradoja: miles de revolucionarios salvadoreños estábamos lanzando la más cruenta, fuerte, intensa y prolongada actividad armada sobre las principales ciudades del país, con el fin de lograr una victoria militar, para imponer un gobierno socialista. Solamente que esta vez, las condiciones eran totalmente diferentes a las del 10 de enero de 1981, cuando aun estaba fresca la victoria sandinista, dos días antes, cuando estábamos terminando los últimos preparativos de la ofensiva, se estaba desarrollando un hecho que implosionaba los cimientos del edificio del Bloque Socialista: el derrumbamiento del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. El paradigma socialista se desdibujaba, la tan ansiada sociedad sin clases, en donde no existiera la explotación del hombre por el hombre, después de 72 años de experiencia soviética, y que el socialismo realmente existente, resultara un experimento fallido.
Unos meses después, en febrero de 1990, sucedía otro hecho que causaba también un efecto negativo para los ánimos revolucionarios salvadoreños: el FSLN perdía las elecciones, y la guerrilla salvadoreña al gobierno vecino amigo; pero este hecho tenía además otro efecto de carácter estratégico para los análisis revolucionarios, demostraba la reversibilidad de la revolución.

La Revolución Traicionada.

Dos décadas después de la recordada revolución sandinista, el pueblo nicaragüense ha vuelto a tomarse las calles de Managua. Pero esta vez está dividido, pues al mismo tiempo que el presidente Daniel Ortega celebraba desde el gobierno los 29 años de la revolución sandinista, otro importante contingente protestaba por las medidas económicas, políticas y sociales de su gobierno; portando carteles que decían "Daniel y Somoza, son la misma cosa". Antiguos líderes revolucionarios encabezaban el descontento; y junto a ellos, los hermanos Mejía Godoy, que se negaban a aceptar que su música fuera usada por Daniel Ortega y su gobierno al que acusaban de traicionar la revolución. Dora María Téllez, Víctor Tirado, Sergio Ramírez, Henry Ruiz y muchos otros ex dirigentes sandinistas son los principales críticos de los métodos y las medidas del gobierno, consideradas por ellos impopulares y dictatoriales. Además de inútiles para mejorar las condiciones de vida de los más necesitados.

El llamado Socialismo del Siglo XXI, que Ortega, Chávez, Morales y Correa profesan, son solamente variantes de los gobiernos populistas que existieron en América Latina en los años cincuentas; no son ni la sombra del gobierno socialista y revolucionario cubano de los sesentas que logró erradicar el analfabetismo, la pobreza extrema y las enfermedades endémicas de nuestros países; ni siquiera se acercan a las medidas revolucionarias del primer gobierno sandinista, que fuera apoyado por la intelectualidad de la izquierda latinoamericana. Ahora, Eduardo Galeano y otro grupo de intelectuales de izquierda han mostrado su rechazo a las medidas autoritarias del nuevo gobierno sandinista, y su solidaridad con los ex dirigentes sandinistas opositores a Ortega.

Ahora, son los estadistas que aprendieron las lecciones de los fallidos gobiernos socialistas centralizadores los que han logrado desarrollar económicamente a sus países y mejorar las condiciones de vida de los más necesitados; son los gobiernos responsables y respetuosos de las libertades democráticas, los que han logrado consolidarse y gozan de mayor apoyo de sus pueblos, según el último estudio del Iberobarómetro, realizado los últimos días de julio. Y por el contrario, Chávez y Ortega, quienes realizan múltiples maniobras para mantenerse en el poder ilegítimamente, como la inhabilitación de sus opositores por organismos totalmente afines a sus gobiernos, son los más impopulares.

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